- Vivimos tiempos donde aplicar la moderación en todos los ámbitos es tal vez la clave para el buen vivir.
- Nosotros desde Asovinos siempre hemos sido promotores de la moderación en el consumo de alcohol. Sin embargo, hoy nos sentimos llamados a extender ese accionar a la moderación con las palabras.
Moderar las palabras con las que nos comunicamos y nos vinculamos con el otro es el primer paso para avanzar hacia sociedades más unidas. Este ejercicio puede empezar en casa, ese lugar que a veces relegamos. ¿Cuántas veces hemos sido déspotas con las palabras que lanzamos a los más cercanos, todo porque pensamos que al ser personas de nuestra confianza aguantarán cualquier cosa que digamos? Estoy convencida que muchas veces, sobre todo cuando no están de acuerdo con mis opiniones o posiciones respecto a algo.
Al empezar en este primer círculo a aplicar la moderación con las palabras, de alguna manera, nos ejercitamos para hacerlo extensivo a los amigos, compañeros de trabajo, vecinos y a cualquier persona que pueda cruzarse en nuestro camino. Ahora bien, mantener diálogos amenos y cordiales no siempre es una tarea fácil y eso sucede porque como seres humanos estamos supeditados a emociones, sentimientos y a circunstancias. Puede ser que algunos días, nuestros ánimos estén más exacerbados y no llevemos a buen término una conversación cotidiana.
Al reconocer esas debilidades, podemos darnos a la búsqueda de elementos que nos ayuden a facilitar las relaciones sociales, a convivir con el otro y con lo otro. Uno de esos elementos es el vino, bebida que nos ocasiona el encuentro y que históricamente ha sido un aglutinador y cohesionador social por excelencia.
El vino es nuestra esencia, es la razón por la que existimos como Asociación y hoy más que nunca vemos necesario compartir lo que sabemos que él puede hacer por nosotros. En el vino tenemos muchos puntos de encuentro con el otro, porque es un idioma universal que todos conocemos y en especial porque derriba cualquier imaginario de clase social que hayamos concebido. Una vez alguien dijo que el vino nos ayudaba a reencontrarnos con nosotros mismos y con las cosas simples de la vida, y, eso, es quizá lo que necesitamos por este tiempo.
Todo esto que he expuesto lo quiero resumir en una sola frase: Abracemos la diferencia del otro. Si estamos de acuerdo en que no tenemos que estar de acuerdo para vivir en paz, entonces habremos aprendido una lección importante de Noviolencia, que no es más que un estilo de vida en el que acepto al otro como un interlocutor válido, incluso, a pesar de que sus creencias, filiaciones o actos, vayan en contravía de mi parecer.
Como diríamos en Asovinos: ¡Con vino convivo y abrazo tu diferencia! o como diría Ghandi “Si quieres cambiar al mundo, cámbiate a ti mismo”.