La Cité du Vin, en Burdeos, es un espacio inédito dedicado al vino como patrimonio cultural, universal y vivo. Su arquitectura es un viaje en sí mismo, como el que nos propone Saint Felicien, para descubrir esta bebida a través del tiempo y en diferentes dimensiones.
Resulta muy curioso poder visitar, en un mismo viaje, dos museos prácticamente flamantes. Ya nos había tocado conocer la Fondation Louis Vuitton, concebida en 2014 por Frank Gehry, y ahora tenemos la suerte de adentrarnos en La Cité du Vin, el edificio inaugurado este año y cuyo diseño estuvo a cargo de Anouk Legendre y Nicolas Desmazières, del estudio XTU. El lugar, imponente por donde se lo mire, homenajea las culturas del vino en todas sus variantes.
Una vez dentro, se trata de un viaje al corazón de la uva. Uno de los recovecos más visitados del lugar es la tienda de vinos, que ofrece etiquetas de 58 países en anaqueles curvos que terminan de configurar un perfecto redondel. Allí hay botellas de países exóticos como Azerbaiján, Líbano, México, Japón o Tailandia, además de especímenes de nuestro país, entre los que se destaca el Malbec Argentino de Catena Zapata, cosecha 2011. La otra tienda, la de los objetos, vende curiosidades de todo tipo, desde el Coravin que descubrimos en Lavinia hasta perfumes fabricados en base a vino, pasando por una regadera de cerámica que se adapta al pico de botellas de champagne ya utilizadas.
El museo no cuenta con una colección permanente y su código de visita está lejos de emparentarse con el modo clásico. Se pueden recorrer de manera aleatoria 20 espacios temáticos que retratan las diferentes culturas del vino a través de una propuesta sensorial que culmina, cómo no, con una degustación de vinos del mundo entero. Al parecer, el año que viene habrá dos grandes muestras artísticas que «maridarán» con este universo tan rico y creativo.