El 2021 le supuso tantos retos como oportunidades a la industria vitivinícola y, estoy completamente segura de que el 2022 no será ajeno a esa realidad, porque seguimos viendo los rezagos de muchas situaciones y, una de ellas sin lugar a duda, es el mundo Post Covid 19 que trajo consigo desabastecimiento, baja en la producción por temas climáticos, nuevas regulaciones y cambios en las formas de consumo, entre otros.
Pese a todo, la industria vitivinícola ha demostrado ser una de las industrias más resistentes del mundo en los últimos dos años, hecho que puede obedecer a la capacidad de innovación y de ser capaz de pasar rápidamente de los canales de venta tradicionales a los modernos y digitales, pero también al aumento del consumo del vino como el acompañante ideal de las comidas y como un aglutinador social.
Los dos hechos favorables que menciono se encuentran con un desafío enorme que debe pilotear el sector en este nuevo año: mantener los costos sin incrementarlos de golpe, aun teniendo en cuenta las nuevas legislaciones que vienen y que exigen una mayor responsabilidad a nivel económico, social y de salud, una de ellas son las proyectadas por la Organización Mundial de la Salud – OMS, para reducir el uso nocivo de alcohol.
De otra parte, las dificultades con el comercio internacional serán más evidentes en el primer semestre del año, dado que China tiene ocupados todos los barcos, los puertos y los contenedores por requerimientos de Estados Unidos y a ello se suma la crisis mundial de vidrio, cartón y corchos, que son el tipo de envase y embalaje utilizados.
Con este panorama, el 2022 debe ser un año para actuar con moderación en lo que respecta al mercado y para evaluar minuciosamente proveedores, costos logísticos y comportamientos del consumidor, para evitar así el alza de precios y desabastecimientos.