En Chile y Argentina hay preocupación por futuro del vino en Colombia

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12 de septiembre de 2016

Embajadores de ambos países piden que no se grave al vino como si fuera un destilado.

Más del 70 por ciento del vino que hoy se consume en Colombia proviene de dos países latinoamericanos: Chile y Argentina. Y tanto en gobiernos como en productores de estos dos países hay gran inquietud por el impacto que tendría en el vino el proyecto de ley sobre bebidas alcohólicas que el Gobierno presentó para debate final a la plenaria del Senado. Debate que se daría este miércoles.

Por esta razón, los embajadores de Chile, Ricardo Navarrete, y de Argentina, Marcelo Stubrin, se reunieron en Bogotá para expresar de forma conjunta la “preocupación” de sus respectivos países e industrias vitivinícolas por las consecuencias que la nueva norma tendría en el consumo del vino en Colombia si esta llega a ser aprobada tal y como fue presentada a los parlamentarios.

Tras manifestar su más absoluto respeto a las decisiones soberanas del Gobierno y el Congreso de Colombia, los dos embajadores presentaron sus argumentos.
El argentino Stubrin comenzó diciendo: “El vino en Colombia no es barato. Y el nuevo marco, tal y como está planteado hoy, claramente lo va a encarecer. Y eso nos preocupa, pues lo más probable es que implique un retroceso en el consumo que golpeará no solo a los amantes del vino sino a sectores importantes de la economía colombiana, como el de los restaurantes, además de decenas de bodegas argentinas que generan miles de empleos y que han hecho enormes esfuerzos por estar presentes aquí para que el vino haga parte de la vida cotidiana de los colombianos y la enriquezca”.

El chileno Navarrete coincidió: “Chile expresa su preocupación, y así lo ha hecho saber a las autoridades competentes, porque un encarecimiento del producto va a reducir el consumo y eso hará que disminuyan considerablemente las exportaciones de las 89 viñas chilenas hoy presentes en Colombia”.

Importadores y expertos creen que con la nueva norma, el vino aumentaría de precio en al menos un 35 %.

Los dos diplomáticos no ocultaron su sorpresa por el hecho de que el proyecto de ley trate al vino y a los destilados de igual forma (el texto propone que paguen el mismo impuesto por grado alcohólico), pues eso no ocurre ni en EE. UU. (hoy, principal consumidor mundial) ni en la mayor parte de Europa.

“No resulta comprensible –dijo Navarrete– que se meta en la misma bolsa a los destilados y al vino, que es un fermentado. El vino no supera los 14,5 grados de alcohol y su impacto en la salud no tiene nada que ver con el de un destilado de 35 o más grados de alcohol. Por eso, en la mayor parte del mundo se gravan de forma diferenciada. Es más, la Organización Mundial de la Salud tiene informes y estudios donde se deja constancia (de) que un consumo moderado del vino puede ser beneficioso para la salud en múltiples aspectos”.

Y Stubrin añadió: “Esta equiparación con los destilados nos resulta difícil de entender porque para nosotros, los argentinos, el vino es un alimento y así está contemplado en nuestras leyes”.

Los embajadores también expresaron su preocupación por el impacto sobre la calidad de la oferta. “En este proyecto de ley –comentó Navarrete–, el vino no solo es la bebida alcohólica a la que más se le suben los impuestos, sino que dentro del vino, la franja de más calidad es la que más tendrá que pagar, con lo cual es previsible que todo el consumo se concentre en los vinos de la llamada ‘gama de entrada’, y que haya un impacto grande sobre la diversidad de la oferta”.

Este gravar más al vino es algo que también les causa extrañeza, pues “el vino, por ocasión y forma de consumo, no compite con los dos destilados tradicionales de Colombia, el aguardiente y el ron, ni jamás va a reemplazarlos”, aseguró Navarrete.

Con respecto al argumento del Gobierno en el sentido de que los vinos han estado pagando impuestos bastante bajos durante años, el embajador chileno comentó:

“Eso es cierto, pero también hay que considerar, como nos han explicado nuestros amigos importadores, el impacto de costos añadidos no siempre visibles, como el del transporte, las estampillas y bodegajes departamentales, los registros en el Invima y otros aspectos, por lo que lo ideal sería buscar un balance. Porque si el consumo se hunde, no solo perderán los importadores colombianos y los productores chilenos, también el Estado colombiano recibirá menos ingresos. Y en ese escenario –sin olvidar el fantasma de un posible contrabando, como han advertido algunos expertos colombianos– el hecho es que todos saldremos perdiendo”.

Y el embajador argentino remató:

“Yo fui parlamentario muchos años y estuve en la comisión de presupuesto, así que conozco bien las presiones que se manejan. Y también comprendo bien el problema con la Organización Mundial del Comercio, el tema con los productos de alta graduación alcohólica y sus reclamaciones. Pero quiero decir que el vino nada tiene que ver en esa pelea y sería bueno, para todos, que no sufra una penalización tan alta como la que se establece en el proyecto de ley propuesto. Por eso espero, con respeto, pero también con optimismo, que el Senado sea sensible a la diferencia entre un vino y un destilado, y haya un tratamiento más moderado, en lo que a cargas tributarias se refiere, para que esta bebida tan noble que es el vino siga estando presente en la vida de los colombianos”.

http://www.eltiempo.com/economia/sectores/vino-en-colombia-impuesto-al-producto/16699499

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